martes, 26 de mayo de 2009

UNIDAD Nº 3: DEL SEXO AL GÉNERO:LA DIFERENCIA IMPENSABLE


Psicoanálisis, estudios feministas y género
Género y Psicoanálisis: Subjetividades femeninas vulnerables
Mabel Burin
I. Introducción
A partir de los años 60, y más acentuadamente en la década de los 70, los Estudios de Género han puesto en el escenario académico gran cantidad de estudios e investigaciones que revelan diversos modos de construcción de la subjetividad femenina, a partir de la ubicación social de las mujeres en la cultura descripta como partriarcal. Esto ha generado intensos debates sociales, políticos, económicos, poniendo de relieve la condición de marginación de las mujeres en tales espacios. A la vez se han estudiado las marcas que deja en la constitución de las subjetividades femeninas semejantes procesos de exclusión. Como resultado de tales análisis, se han ofrecido diversas hipótesis provenientes de teorías psicoanalíticas acerca de la constitución de la subjetividad femenina que, entrecruzadas con aquellas provenientes de los estudios de género, ofrecen una masa interesante de datos y de nuevas hipótesis para seguir avanzando en este campo de conocimientos.
Tal entrecruzamiento teórico y de prácticas clínicas en sus comienzos fue arduo y difícil, debido más bien a relaciones de tensión entre ambas corrientes disciplinarias. Esta situación se caracterizó al principio por enfatizar, a veces hasta el paroxismo, las relaciones críticas y conflictivas entre los estudios de género y las teorías psicoanalíticas. Si bien todavía persisten algunos rasgos de aquella situación de exasperación crítica y a menudo desestimante una de la otra, en la actualidad estamos intentando fertilizar mutuamente el campo con hipótesis provenientes de ambas disciplinas, en un esfuerzo por articular aquellos conocimientos que se hayan revelado como fructíferos.
¿Qué son los Estudios de Género?
El término género circula en las ciencias sociales y en los discursos que se ocupan de él, con una acepción específica y una intencionalidad explicativa. Dicha acepción data de 1955, cuando el investigador John Money propuso el término "papel de género" (gender role) para describir el conjunto de conductas atribuídas a los varones y a las mujeres. Pero ha sido Robert Stoller el que estableció más nítidamente la diferencia conceptual entre sexo y género en un libro dedicado a ello (Stoller, 1968), basado en sus investigaciones sobre niños y niñas que, debido a problemas anatómicos, habían sido educados de acuerdo a un sexo que fisiológicamente no era el suyo. La idea general mediante la cual se distingue sexo de género consiste en que el primero se refiere al hecho biológico de que la especie humana es una de las que se reproducen a través de la diferenciación sexual, mientras el segundo guarda relación con los significados que cada sociedad le atribuye a tal hecho.
Según lo plantea E. Gomáriz (1992), de manera amplia podría aceptarse que son reflexiones sobre género todas aquellas que se han hecho en la historia del pensamiento humano acerca de las consecuencias y significados que tiene pertenecer a cada uno de los sexos, por cuanto, esas consecuencias, muchas veces entendidas como "naturales", no son sino formulaciones de género. Mediante ese anclaje temático, puede hablarse así de forma amplia de "estudios de género" para referir al segmento de la producción de conocimientos que se han ocupado de este ámbito de la experiencia humana: los sentidos atribuídos al hecho de ser varón o ser mujer en cada cultura.
Una de las ideas centrales desde un punto de vista descriptivo, es que los modos de pensar, sentir, y comportarse de ambos géneros, más que tener una base natural e invariable, se deben a construcciones sociales que aluden a características culturales y psicológicas asignadas de manera diferenciada a mujeres y hombres. Por medio de tal asignación, a través de los recursos de la socialización temprana, unas y otros incorporan ciertas pautas de configuración psíquica y social que hacen posible la femineidad y la masculinidad. Desde este criterio, el género se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y varones. Tal diferenciación es producto de un largo proceso histórico de construcción social, que no sólo genera diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que, a la vez, esas diferencias implican desigualdades y jerarquías entre ambos. Cuando realizamos estudios de género, ponemos énfasis en analizar las relaciones de poder que se dan entre varones y mujeres. Hasta ahora, los estudios se han centrado en la predominancia del ejercicio del poder de los afectos en el género femenino, y del poder racional y económico en el género masculino, y en las implicaciones que tal ejercicio del poder tiene sobre la construcción de la subjetividad femenina y masculina.
La noción de género suele ofrecer dificultades, en particular cuando se lo toma como un concepto totalizador, que invisibiliza a la variedad de determinaciones con las que nos construímos como sujetos: raza, religión, clase social, nivel educativo, etc. Todos estos son factores que se entrecruzan en la constitución de nuestra subjetividad. Estamos sugiriendo, entonces, que el género jamás aparece en su forma pura, sino entrecruzado con otros aspectos determinantes de la vida de las personas: su historia familiar, sus oportunidades educativas, su nivel socio-económico, etc. Sin embargo, consideramos necesario mantener la categoría de género como instrumento de análisis de algunas problemáticas específicas de mujeres y varones que nos permita ampliar la comprensión tradicional. Así, desde las teorías del género se enfatizan los rasgos con que nuestra cultura patriarcal deja sus marcas en la constitución de la subjetividad femenina o masculina.
Entre las hipótesis psicoanalíticas, algunas cobran mayor relevancia en sus esfuerzos de poder explicativo para la constitución de la subjetividad femenina: la envidia fálica, la construcción del narcisismo femenino, los rasgos de su sistema Superyó-Ideal del Yo, sus sistemas de identificaciones, etc.
Algunas de las críticas más frecuentemente esgrimidas por los estudios de género a estas hipótesis psicoanalíticas se basan en sus criterios esencialistas, biologistas, individualistas y a-históricos. Entendemos por esencialistas aquellas respuestas que se ofrecen a la pregunta "¿quién soy?", y "¿qué soy?", suponiendo que existiría algo sustancial e inmutalbe que respondería a tales inquietudes. Los criterios biologistas responden a los interrogantes asociando a un sujeto mujer con un cuerpo biológico, y fundamentalmente con su capacidad reproductora. Los principios a-históricos deniegan que a lo largo de la historia las mujeres han padecido cambios económicos y sociales que han implicado profundas transformaciones en las definiciones sobre la femineidad; por el contrario, suponen la existencia de "eterno femenino" inmutable a través del tiempo. Los criterios individualistas aislan a las mujeres del contexto social, y suponen que cada mujer, por separado, y según su propia historia individual puede responder acerca de su identidad femenina.
Principalmente los debates conciernen, principalmente, al esencialismo con que se formulan las hipótesis (de Lauretis,1990; Alcoff, 1989; Brennan, 1989), al tipo de leyes simbólicas que la cultura requiere para estructurar el aparato psíquico (Saal, 1991; Irigaray 1982; Mitchell, 1982), a la diferencia sexual y sus implicaciones, a en qué medida la construcción del conocimiento es inherentemente patriarcal, y a las implicaciones que tiene para los Estudios de Género la utilización de los conocimientos psicoanalíticos en campos no académicos (por ejemplo, políticos) (1)
El entrecruzamiento teórico entre psicoanálisis y género ofrece un enriquecimiento insospechado, a la vez que una profunda complejización en sus estructuras teóricas, al nutrirse de conocimientos provenientes de la sociología, la antropología, la historia, la psicología social, etc., lo cual hace difícil la delimitación o el "control de fronteras". Con ello, consideramos que no sólo enriquecemos la perspectiva, sino que además, colocamos este entrecruzamiento disciplinario en un punto de encrucijada, expresada hoy en día en el quehacer científico bajo el término de interdisciplinariedad.
La atmósfera de crisis que en general rodea a los paradigmas científicos en los últimos años, ha tenido sus efectos también sobre este nuevo campo de conocimientos. Aquella filosofía neopositivista que era expresión obligada y única en otras épocas del modo de producción del conocimiento científico, ha dejado de constituír la base epistemológica única o suficiente para la valoración de los conocimientos producidos actualmente. Algunos de los fundamentos que se están cuestionando en la actualidad por las disciplinas con las que operamos son, por ejemplo, el determinismo estricto, el postulado de simplicidad, el criterio de "objetividad", el supuesto de la causalidad lineal, etc.
Los nuevos criterios para reformular los paradigmas del entrecruzamiento disciplinario entre los estudios de género y psicoanálisis, incluye en primer lugar, la noción de complejidad: requiere la flexibilidad de utilizar pensamientos complejos, tolerantes de las contradicciones, capaces de sostener la tensión entre aspectos antagónicos de las conductas, y de abordar, también con recursos complejos, a veces conflictivos entre sí, los problemas que resultan de tal modo de pensar.
En la reformulación de paradigmas que guíen nuestras investigaciones, se ha descripto (Gomáriz, 1992) cómo gran parte de las/los estudiosas/os del género y del psicoanálisis no están muy preocupadas/os por sus articulaciones intersectivas. Parecen, en general, satisfechas/os con el hecho de que la fragmentación teórica que sufren hoy las ciencias humanas les permite un nicho propio, donde pueden desarrollarse. Esta actitud parece justificada especialmente por la idea postmoderna de que el mejor estado de las ciencias humanas es la fragmentación (Burin, 1993). Sin embargo, ésta parecería una apuesta arriesgada: a pesar de todo, también las ciencias humanas están tensionadas por la acumulación de conocimiento. Para E. Gomáriz es muy arriesgado afirmar que dicha tensión no va a impulsar a diversas disciplinas a salir de la actual crisis teórica y de paradigmas. Sostiene que si en el pasado ya se pasó por ciclos de articulación-desarticulación-rearticulación, no sería nada extraño que las ciencias humanas volvieran a articular alguna visión teórica, especialmente si se tiene en cuenta que -como ya sucedió- esta articulación no necesita ser única ni homogénea: puede desarrollarse como competencia entre teorías opuestas o, también, en torno a problemas temáticos históricamente relevantes (como ha sucedido recientemente en nuestro medio con las reflexiones sobre la violencia, especialmente como efecto socio-histórico de la dictadura militar 1976-1983 en Argentina).
SUBJETIVIDAD FEMENINA EN EL ACTUAL DEBATE
Los Estudios de Género han enfatizado la construcción de la subjetividad femenina como un proceso multideterminado, que fue sufriendo variadas transformaciones a lo largo del tiempo y de los distintos grupos de mujeres.
En el campo de la salud mental de mujeres (Burin, 1987; 1990) nos ha interesado describir los procesos que han llevado a la generación de subjetividades femeninas vulnerables. Hemos intentado articular modelos teórico-clínicos de comprensión de las patologías de género femenino en relación con las áreas de poder predominantes en las cuales desarrollan sus vidas cotidianas gran cantidad de mujeres en la cultura patriarcal. Tal como lo hemos desarrollado en otros trabajos (Burin, 1992; 1990), nuestra cultura ha identificado a las mujeres en tanto sujetos con la maternidad. Con esto les ha asignado un lugar y un papel social considerado como garante de su salud mental. Nuestra cultura patriarcal ha utilizado diversos recursos materiales y simbólicos para mantener dicha identificación, tales como los conceptos y prácticas del rol maternal, la función materna, el ejercicio de la maternidad, el deseo maternal, el ideal maternal, etc. También podríamos describir cómo se ha producido, a partir de la Revolución Industrial, en los países occidentales, la gestación y puesta en marcha de estos dispositivos de poder materiales y simbólicos, a la vez que su profunda y compleja imbricación con la división de dos ámbitos de producción y de representación social diferenciados: el ámbito doméstico y el ámbito extradoméstico. Junto con ellos, dos áreas para varones y mujeres: para los varones, el poder racional y poder económico; para las mujeres, el poder de los afectos. Esta distribución de áreas de poder entre los géneros femenino y masculino han tenido efectos de largo alcance sobre la salud mental de varones y mujeres. En el caso de las mujeres, la centración en el poder de afectos les representó un recurso y un espacio de poder específico, dentro del ámbito doméstico y mediante la regulación y el control de las emociones que circulaban dentro de la familia. Sin embargo, el ejercicio de tal poder, también les significó modos específicos de enfermar y de expresar su malestar. Las familias nucleares comenzaron a constituírse fundamentalmente a partir de la Revolución Industrial, con todos los procesos socioeconómicos asociados a ella, en particular los fenómenos de urbanización y de industrialización creciente. Las familias nucleares fueron estrechando sus límites de intimidad personal y ampliando la especificidad de sus funciones emocionales. Junto con el estrechamiento del escenario doméstico, también el contexto social de las mujeres se redujo en tamaño y perdió perspectivas: su subjetividad quedó centrada en los roles familiares y domésticos, que pasaron a ser paradigmáticos del género femenino. El rol familiar de las mujeres fue centrándose cada vez más en el cuidado de los niños y de los hombres (sus padres, hermanos, maridos). Junto con este proceso, como ya lo hemos descripto, se fue configurando una serie de prescripciones respecto de la "moral familiar y maternal", que suponía subjetividades femeninas con características emocionales de receptividad, capacidad de contención y de nutrición, no sólo de los niños sino también de los hombres que volvían a sus hogares luego de su trabajo cotidiano en el ámbito extradoméstico. A la circulación de afectos "inmorales" del mundo del trabajo extradoméstico -pleno de rivalidades, egoísta e individualista- se le opuso una "moral" del mundo doméstico, donde las emociones prevalecientes eran la amorosidad, la generosidad, el altruísmo, la entrega afectiva, lideradas y sostenidas por las mujeres. La eficacia en el cumplimiento de estos afectos les garantizaba a las mujeres un lugar y un papel en la cultura, con claras definiciones sobre cómo pensar, actuar y desarrollar sus afectos en el desempeño de sus roles familiares (Bernard, 1971; Burin y Bonder, 1982). Se fueron configurando así ciertos roles de género específicamente femeninos: el rol maternal, el rol de esposa, el rol de ama de casa. Estos roles suponían condiciones afectivas a su vez específicas para poder desempeñarlos con eficacia: para el rol de esposa, la docilidad, la comprensión, la generosidad; para el rol maternal, la amorosidad, el altruísmo, la capacidad de contención emocional; para el rol de ama de casa, la disposición sumisa para servir (servilismo), la receptividad, y ciertos modos inhibidos, controlables y aceptables de agresividad y de dominación para el manejo de la vida doméstica.
Pero con el correr de la experiencia acumulada históricamente por las mujeres en estos roles de género, paulatinamente se fue produciendo el fenómeno inverso. Se trataba de roles de género femenino que, en lugar de garantizar la salud mental de las mujeres, les proporcionaba en cambio numerosas condiciones de malestar psíquico que las ponían en riesgo. ¿Qué ocurrió?. Que hacia fines del siglo pasado y principio de este siglo, con la multiplicación de escuelas y otros espacios educativos y recreativos para niños, fuera del hogar; y con el avance de nuevas teconologías que invisibilizaron la producción doméstica como fruto del esfuerzo personal de las mujeres; más adelante con el aumento y la difusión de los anticonceptivos que otorgaron mayor libertad a la sexualidad femenina, de modo que ésta ya podía no circunscribirse obligatoriamente al escenario doméstico, ni ser sólo para la reproducción; y también con la experiencia acumulada por las mujeres en el trabajo extradoméstico, mujeres que comenzaron a ganar su propio dinero, especialmente como resultado de las necesidades apremiantes impuestas por la primera y la segunda guerra mundial; en fin, con éstos y otros hechos sociales y económicos que se produjeron a lo largo de este siglo, se multiplicaron los factores que hicieron que los roles de género femeninos tradicionales dejaran de tener valor y el sentido social que se les asignaba anteriormente. Esta puesta en crisis de los sentidos tradicionales sobre los roles de género femenino, también implicó una puesta en crisis de la subjetividad femenina que habían estado contruyendo las mujeres hasta entonces. En particular comonenzaron a poner en crisis el sentido que habían de otorgarle a su liderazgo emocional. Las mujeres comenzaron a sentir que su poder afectivo iba perdiendo significación histórica y social, especialmente a medida que numerosas teorías y prácticas psicológicas lo cuestionaban, dando cuenta de las fallas, abusos e incumplimiento de las mujeres en el ejercicio de tal poder. En este aspecto, comenzaron a surgir variadas hipótesis psicológicas y psicosociales que adjudicaban a las "madres patógenas" (Sáez Buenaventura, 1988) - descriptas mediante conceptos tales como las "madres esquizofrenizantes", las "madres abandónicas", las "madres simbiotizantes", etc.- diversos trastornos en la salud mental de sus hijos. Se produjeron así numerosas teorías psicológicas que comenzaron a restar poder al rol materno, intentando combinarlo y relativizarlo (¿neutralizarlo?) al poder paterno. Diversas hipótesis se combinaron entre sí para tal fin, desde variados marcos teóricos, tales como las de "la ley del padre" o "la ley fálica", de corte psicoanalítico, así como las hipótesis sobre los contextos familiares enfermantes o disfuncionales, desde las perspectivas sistémicas. En cuanto a las mujeres, la decepción resultante de tal pérdida de poder fue configurándose en determinados grupos etáreos, tal como las de mujeres de mediana edad cuando sus hijos crecían y se alejaban del hogar, bajo la forma de preguntas tales como "¿y ahora qué?", y "¿y esto es todo?". Ambas preguntas se configuraron como expresión de una puesta en crisis de los sentidos que habían otorgado en sus vidas a la centralidad de los roles de madre, esposa y ama de casa. En el campo de la salud mental de las mujeres se han descripto verdaderos cuadros clínicos, asociados a los estados depresivos, caracterizados como "neurosis del ama de casa", "síndrome del nido vacío", "depresión de mujeres de mediana edad", "crisis de la edad media de la vida", etc. Así como en el campo de la salud mental de las mujeres la histeria surgió como la enfermedad paradigmática femenina de fines de siglo pasado, asociada a las condiciones de la represión sexual de las mujeres de esa época, actualmente se considera que los estados depresivos son los modos paradigmáticos de expresar su malestar las mujeres de este fin de siglo. Estaríamos ante la finalización de aquel proyecto de la modernidad en cuanto a la composición subjetiva de las mujeres, que les ofrecía garantías de salud mental en el cumplimiento exitoso de los roles de género maternos, conyugales y domésticos.
GÉNERO FEMENINO Y PSICOANÁLISIS. EL "TECHO DE CRISTAL"
Una hipótesis psicoanalítica
Desde diversas hipótesis psicoanalíticas se ofrecen variados modos de comprensión a la constitución de la subjetividad femenina , con el análisis del desarrollo de la identificación con la madre mediante el Ideal maternal, a través del sistema Superyó-Ideal del Yo. La configuración de semejante ideal parecería haber suministrado a las mujeres de mediana edad una fuente de satisfacción debido a la movilidad pulsional que tal identificación provoca,una movilidad pulsional desplegada ampliamente en su vínculo con sus hijos. Las características del vínculo materno filial en cierto grupo de mujeres han sido de
máxima intimidad corporal, fusión y/o identificación con las necesidades de sus hijos pequeños o adolescentes, de modo tal que la ruptura de tal vínculo cuando los hijos son grandes y se alejan de ella las ha dejado sin objeto libidinal. La movilidad pulsional antes desplegada con los hijos quedaría sin destinatario aparente, provocando una situación crítica al aparato psíquico. Uno de los efectos resultantes de tal condición es la así llamada estasis pulsional. Bajo estas circunstancias, lo que produciría sería lo que en la teoría freudiana se denominan estados tóxicos :se trata de la imposibilidad de transformar una cantidad de libido disponible en algo cualificable, que tenga una significación para el sujeto. El conflicto parecería derivarse del hecho de que existiría una magnitud libidinal no tramitable, o difícil de procesar, es la que en esta hipótesis se describe como estancamiento pulsional.
He desarrollado con más amplitud esta hipótesis en trabajos anteriores, en particular cuando analicé el empuje pulsional en dos crisis vitales femeninas: la de la adolescencia y la de la mediana edad .En esa ocasión he ilustrado cómo se produce en ellas un incremento de empuje libidinal que se constituye en estasis tóxica por la dificultad de procesamiento psíquico. También he descripto algunas adicciones comunes entre las mujeres, por ejemplo, a los psicofármacos, como resultado de la dificultad para tramitar magnitudes pulsionales que se vuelven tóxicas para la sujeto que las padece).
En una investigación que he realizado en 1991-1992, las mujeres del estudio que se encuadran dentro del grupo de las Tradicionales se encontrarían más representadas dentro de esta problemática, en tanto que aquellas categorizadas como Transicionales o como Innovadoras estarían enfrentando esta problemática con otros recursos que les permitirían lograr mayor movilidad pulsional. Estas últimas tratan de encontrar más salidas o resoluciones a la inermidad yoica ante los avatares de la detención pulsional que puedan padecer. Muchas de ellas refuerzan su inserción laboral, otras su participación social, otras diversifican o amplían sus actividades recreativas, de estudios, de cuidados por su salud, etc., en el intento de investir libidinalmente otros objetos pulsionales. Este trabajo de elaboración psíquica lo realizan mediante diversos recursos de reflexión y de juicio crítico en relación con su composición subjetiva, para lo cual suelen atravesar una profunda crisis vital que pone en cuestión su subjetividad. Sin embargo, también he encontrado la problemática del estancamiento libidinal de aquellas mujeres que han logrado un máximo de movilidad pulsional a través de su carrera laboral. En este grupo de mujeres el "techo de cristal" ha operado como factor de detención y aún de estancamiento, en sus carreras laborales. El efecto de estasis pulsional en este grupo de mujeres puede percibirse a través de la expresión de su malestar, especialmente bajo la forma de estados depresivos en la mediana edad. Me refiero a un "techo de cristal" que opera simultáneamente en una doble inscripción : como realidad cultural opresiva y como realidad psíquica paralizante. Mi preocupación estará dirigida a analizar esta doble inscripción del "techo de cristal".
Una hipótesis de género: el "techo de cristal" en la carrera laboral.
El concepto de "techo de cristal" ha sido descripto recientemente por algunas estudiosas de la sociología referido al trabajo femenino, particularmente en los países anglosajones.
En mi estudio sobre estados depresivos en mujeres de mediana edad, he intentado articular la noción de "techo de cristal" con algunas hipótesis psicoanalíticas y de género para comprender ciertos rasgos del malestar de este grupo de mujeres.
¿Qué es el "techo de cristal"?. Se denomina así a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad está dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construído sobre la base de otros rasgos que, por su invisibilidad, son difíciles de detectar. Debido a esta particular conformación del techo de cristal, para estudiarlo debemos buscar sus rasgos en los intersticios que deja el entramado visible de la carrera laboral de este grupo de mujeres. Entre ellos, he hallado rasgos cuya comprensión nos la ofrecen las hipótesis de género y otras que podemos comprender mediante hipótesis psicoanalíticas.
El concepto "techo de cristal" fue originariamente utilizado para analizar la carrera laboral de mujeres que habían tenido altas calificaciones en sus trabajos gracias a la formación educativa de nivel superior. Sin embargo, su experiencia laboral indica que en determinado momento de sus carreras se encuentran con esa superficie superior invisible llamado "techo de cristal".
A partir de los estudios realizados desde la perspectiva del género, que indican cómo nuestra cultura patriarcal construye semejante obstáculo para las carreras laborales de las mujeres, me he preocupado por estudiar cuales son las condiciones de construcción de la subjetividad femenina que hacen posible tal imposición cultural. He hallado que parte del "techo de cristal" como límite se gesta en la temprana infancia y adquiere una dimensión más relevante a partir de la pubertad en las niñas. La importancia del análisis de este fenómeno en los estadios tempranos de la configuración de la subjetividad femenina se manifiesta cuando comprendemos sus efectos ulteriores, sobre su salud mental y sus modos de enfermar.
La necesidad de regular las semejanzas y las diferencias entre hipótesis provenientes de teorías psicoanalíticas e hipótesis que surgen de los estudios de género nos han llevado a puntualizar algunas problemáticas que inciden en la construcción del "techo de cristal" en las mujeres.
Dado que no podemos extendermos ampliamente en ellos, describiremos someramente algunos de los elementos que constituyen la superficie del techo de cristal. Luego, abordaremos esta problemática a partir del análisis de dos componentes subjetivos: el deseo hostil y el juicio crítico, en la configuración del aparato psíquico de las niñas, y de su resignificación en la pubertad. En esta circunstancia, los estudios de género nos ofrecerán herramientas conceptuales para comprender la constitución de la subjetividad femenina y su incidencia sobre su salud mental. El análisis más amplio de este estudio puede hallarse en las referencias indicadas en la bibliografía.
Género y subjetividad femenina.
Algunos de los rasgos que nuestra cultura ha construído para configurar esa estructura superior invisible denominada "techo de cristal" para las mujeres se basa en:
a. Las responsabilidades domésticas:
* la dedicación horaria de los puestos más altos en la mayoría de los espacios laborales están diseñados por lo general dentro de un universo de trabajo masculino, e incluye horarios que habitualmente no están disponibles para las mujeres -por ejemplo, horarios vespertinos o nocturnos- dado que, por lo general, este grupo de mujeres también desempeñan roles domésticos como madres, esposas y amas de casa. Entre el grupo de mujeres definidas como Transicionales en su desempeño laboral, han aceptado los límites del "techo de cristal" y realizado enormes esfuerzos tratando de superar tales limitaciones, utilizando recursos muy diversos; en su mayoría, uno de los efectos de tal esfuerzo consiste en padecer de estrés laboral.
* el entrenamiento predominante de las mujeres de este grupo etáreo en el ámbito doméstico, en los vínculos humanos con predominio de la afectividad, con relaciones de intimidad, con el acento puesto en las emociones cálidas (ternura, cariño, odio, etc.) estaría en contraposición con el mundo del trabajo masculino, donde los vínculos humanos se caracterizarían por un máximo de racionalidad, y con afectos puestos en juego mediante emociones frías (distancia afectiva, indiferencia, etc.). En el grupo de mujeres caracterizadas como tradicionales, suelen encontrar muy dificultoso el pasaje de un tipo de vinculación al otro; por lo general, consideran inaceptable cambiar sus modos clásicos de vinculación, y renuncian a seguir avanzando en sus carreras. Entre las mujeres caracterizadas como innovadoreas, suelen identificarse con el modo de vinculación masculino requerido para seguir adelante en sus carreras laborales, estableciendo una dicotomía entre sus vínculos en el ámbito doméstico y los del ámbito laboral. El grupo mayoritario está localizado entre las mujeres caracterizadas como transicionales, que padecen las tensiones y conflictos de intentar compatibilizar los dos tipos de vinculación -a predominio afectivo y a predominio racional- dentro del ámbito laboral.
b. El nivel de exigencias: este grupo generacional ha encontrado que en sus carreras laborales se les exige el doble que a sus pares masculinos para demostrar su valía. En su mayoría, perciben que en tanto a ellas se les exige un nivel de excelencia en sus desempeños, a sus pares varones se les acepta un nivel mediano o bueno a la hora de evaluar sus desempeños. En estos casos, en los criterios de evaluación utilizados, se califica por igual el nivel de excelencia obtenido como cualificación por las mujeres, con el nivel de bueno obtenido por los varones. Esto constituiría un ejercicio de discriminación laboral en perjuicio de las mujeres.
c. Los estereotipos sociales: algunos estereotipos que configuran el "techo de cristal" se formulan de la siguiente manera: "las mujeres temen ocupar posiciones de poder", "a las mujeres no les interesa ocupar puestos de responsabilidad", "las mujeres no pueden afrontar situaciones difíciles que requieren actitudes de autoridad y poder". Estos estereotipos sociales inciden en la carrera laboral de las mujeres, haciendo que se vuelvan intelegibles para puestos que requieren autoridad y ejercicio del poder. En el grupo de mujeres estudiadas, tal estereotipo ha sido internalizado de tal modo por ellas mismas, que casi sin cuestionarlos, los repiten como si fueran resultado de elecciones propias. Si embargo, afirmaciones tales como "a mi no me interesa ocupar posiciones de poder" se ven confrontadas con otras actitudes en las que, contradictoriamente, desean asumir trabajos que les representan poder, autoridad, prestigio, reconocimiento social, etc. En tanto el grupo de mujeres tradicionales parece refugiarse más en aquellas afirmaciones, las mujeres agrupadas como innovadoras admiten sus conflictos y tratan de enfrentarlos con recursos variados cada vez que ocupan tales puestos de trabajo.
d. La percepción que tienen de sí mismas las propias mujeres: la falta de modelos femeninos con los cuales identificarse lleva a este grupo generacional a sentir inseguridad y temor por su eficacia cuando acceden a lugares de trabajo tradicionalmente ocupados por varones. Uno de los temores que suele surgir en ellas es el miedo a perder su identidad sexual. La necesidad de identificarse con modelos masculinos -preferentemente camisas y faldas largas, maletín o portafolios- como así también cambios en el timbre de su voz, impostando sonidos más graves y hablando en tonos más altos que su voz habitual.
Las mujeres que en su carrera laboral desean ocupar puestos hasta ahora caracterizados como típicamente masculinos deben enfrentar el doble de exigencias que sus pares varones, afrontar más riesgos -por ejemplo de acoso sexual- soportar un mayor escrutinio de sus vidas privadas, a la vez que se le perdonan menos equivocaciones. Cuando cometen errores, no se los atribuyen, a la parte correspondiente a su entrenamiento, o a su experiencia previa, o a su formación profesional, sino al hecho de ser mujer; su pertenencia al género femenino operaría como categoría que explicaría su incapacidad.
e. El principio de logro: otro factor que incide en la composición del "techo de cristal" y que resulta discriminatorio contra el género femenino es el así llamado "principio de logro". Al evaluar la valía de las personas miembros de una empresa u organización tradicionalmente masculina, en que compiten hombres y mujeres por igual, algunos estudios describen cómo funciona un tipo de adscripción que precede al desempeño en el cargo, aún cuando esto ocurra en forma velada e imperceptible la mayoría de las veces. En el caso de las mujeres de este grupo etáreo, esto ha llevado a muchas de ellas no sólo a ser orientadas hacia el mercado de trabajo secundario, sino también a la "división secundaria" casi universal dentro de las profesiones y las ocupaciones lucrativas. Como resultado de este proceso, incluso mujeres profesionalmente muy cualificadas se ven orientadas sistemáticamente hacia ramas de estas ocupaciones menos atractivas, poco creativas y generalmente peor pagadas.
Este fenómeno, que ha sido descripto como parte de la división sexual del trabajo, es bien conocido por la mayoría de los estudios que se realizan sobre la participación de las mujeres de este grupo etáreo en el mercado de trabajo. Sin embargo, su alcance no es fácil de medir y además, está sometido a diferentes interpretaciones. Lo que sí ha sido bien analizado es que esta situación poco tiene que ver con el desempeño concreto del trabajo de las mujeres, sino que más bien está conectada con los sustitutos simbólicos antes descriptos, que sirven de base para la evaluación. Ocurre que no sólo se suele valorar inicialmente a las mujeres como si tuvieran un potencial más bajo para determinados puestos de trabajo y por lo tanto menor valía para quienes las empleen, sino que además suelen mostrar ellas mismas un grado inferior de "habilidades extrafuncionales" tales como planificar su carrera, demostrar intereses ambiciosos, capacitarse dirigiéndose a determinados fines. Por el contrario, las habilidades extrafuncionales de las mujeres de este grupo etáreo se han orientado más bien hacia cierto "laissez-faire" respecto de su carrera laboral -entendida como complementaria o secundaria a su carrera principal que sería la carrera maternal y/o matrimonial- y cultivar rasgos de personalidad tales como demostrar intereses ambiciosos parecían contrarios a la configuración de una subjetividad definida como femenina.
Entonces no es accidental que muchas de las mujeres de nuestro estudio se sientan en una "impasse" -un callejón sin salida- cuando se refieren a sus carreras laborales. Se les hace evidente que el talento, la capacidad y la dedicación a sus trabajos, incluso con una legislación orientada en contra de diversas formas de discriminación directa, no les garantiza un éxito laboral equitativo. La exigencia de igualdad, e incluso las garantías formales de tratamiento igualitario para todos, por una parte, y por otra parte, las renegociaciones individuales de las relaciones privadas, la distribución de tareas y responsabilidades domésticas, la elaboración de normas aceptables para convivir con alguien, sólo constituyen condiciones límites de la necesaria reestructuración de las instituciones laborales y de las relaciones de poder entre los géneros femenino y masculino.
f. Los ideales juveniles: otro factor que opera en la configuración del "techo de cristal" son los ideales juveniles cultivados por estas mujeres mientras se estaban forjando una carrera laboral. Muchas de las mujeres de esta generación convalidaron los ideales sociales y familiares que les indicarían "asegúrense de hacer lo correcto", y sobre esta base afirmaron una ética femenina propia de las mujeres de éste grupo etáreo. En la actualidad, he hallado que muchas de estas mujeres se encuentran con un mercado laboral cuyos ideales y valores se han transformado por efecto del pragmatismo imperante para este fin del milenio, y que algunas de ellas expresan, decepcionadas, que el mandato social actual sería "asegúrense de ganar mucho dinero y rápido". Esta noción de que el fin justificaría los medios, ya que el valor supremo sería ganar mucho dinero, entra en contradicción con sus ideales juveniles con los cuales iniciaron sus carreras laborales. Para este grupo de mujeres, los medios importan tanto como los fines: por ejemplo, la consideración por el otro, el respeto mutuo, el peso dado a los vínculo afectivos, la confianza en el prójimo, constituyen valores irrenunciables, y forma parte de los ideales con los cuales construyeron su subjetividad femenina.
Los ideales generacionales de este grupo de mujeres son puestos en cuestión; sienten decepción por la ineficacia actual de aquellos valores, y junto con necesidades económicas crecientes debido a la crisis económica en la Argentina, se ven sumidas en dudas, replanteos, cuestionamientos, poniendo en crisis sus ideales generacionales y genéricos. Esta puesta en crisis de los ideales de su generación y de su género para algunas, las mujeres categorizadas como innovadoras, opera como motor que pone en marcha nuevos criterios de inserción laboral; pero para otras, las mujeres agrupadas como tradicionales, constituye uno de los factores más poderosos en la configuración del "techo de cristal" como factor depresógeno. En estas últimas, la puesta en crisis de sus ideales generacionales y genéricos encuentra como única resolución posible la detención pulsional.
Psicoanálisis y subjetividad femenina.
Actualmente, la conceptualización acerca de la identidad femenina se ha visto revitalizada por algunas estudiosas provenientes de los movimientos de mujeres que han incorporado la noción de identidad de género femenino. Quienes provienen del campo psicoanalítico fundamentan la identidad de género femenino en la temprana identificación de la niña con su madre. Esta primera identificación concentrada en un único objeto libinal, su madre, determinaría en la sujeto mujer una mayor dependencia del mismo, un vínculo fusional intenso que dificultaría posteriormente los movimientos de separación. De acuerdo con las hipótesis freudianas, las relaciones tempranas de la niña con su madre son de enorme intensidad, tanto en el vínculo amoroso como en el vínculo hostil, debido a que tanto la erogeneidad como el narcisismo entre ambas están constantemente interpenetrados. El vínculo fusional maternofilial se construiría de modo diferente con hijas mujeres y con hijos varones: en tanto la madre mira a su hija como una igual a sí misma -fundamentalmente percibe en ella un mismo cuerpo-, la mirada que brinda a su hijo registra una diferencia -la diferencia sexual anatómica-. Esto haría que, en tanto los vínculos de la madre con su hija mujer se construyen sobre la base de la cercanía y de la fusión, los vínculos de la madre con su hijo varón propiciarían las tendencias a la separación, al abandono de su identificación primaria con su madre, y a la construcción de su identidad sobre la base del modelo paterno. La descripción se completa señalando que en tanto las mujeres formularían su identidad sobre la base del ser (como en la frase "ser una con la madre"), los varones configurarían su identidad sobre la base del hacer (en el movimiento de alejamiento temprano de la madre).
Estos modos de construcción de la subjetividad femenina, ha configurado buena parte de la superficie del "techo de cristal" para el desarrollo de las mujeres en tanto sujetos en nuestra cultura. En un estudio anterior he analizado detalladamente cómo incide la gestación del deseo hostil y del juicio crítico en la constitución de la subjetividad femenina. Retomaré ahora alguno de esos conceptos.
El deseo hostil y el juicio crítico en la construcción de la subjetividad femenina.
Las descripciones realizadas sobre el "techo de cristal" en la carrera laboral de las mujeres insisten en resaltar los factores culturales invisibles que producen condiciones discriminatorias hacia las mujeres. Pero también podemos destacar factores de constitución del aparato psíquico femenino que, con su invisibilidad, contribuyeron a la formación del "techo de cristal". Me refiero a la constitución del deseo hostil y del juicio crítico en la subjetividad femenina.
Me ha interesado analizar, a partir de la clásica teoría pulsional freudiana, qué vicisitudes han padecido las pulsiones en las mujeres, cuáles de ellas han devenido en deseos, y cuáles y por qué han devenido en desarrollo de afectos. En este sentido, planteamos un desarrollo de deseos a partir de pulsiones que invisten representaciones, o sea, que producen cargas libidinales tendientes a efectuar transformaciones sobre aquello que se desea. Sin embargo, sabemos que, para las mujeres, tales representaciones no siempre han estado disponibles en nuestros ordenamientos culturales. En este sentido quiero destacar la necesidad de analizar el surgimiento y puesta en marcha del deseo hostil al que describiremos como un deseo diferenciador, cuya constitución y despliegue permite la gestación de nuevos deseos, por ejemplo del deseo de saber y del deseo de poder. He descripto en trabajo anteriores al deseo hostil que surge en la temprana infancia, como un deseo fundante de la subjetividad femenina. Se trata de un deseo que, para las mujeres de nuestra cultura, ha tenido predominantemente un destino de represión. ¿Por qué? Porque, al enfatizar las diferencias y al propiciar la ruptura de los vínculos identificatorios, constituye un deseo que atenta contra el vínculo fusional: recordemos que el deseo amoroso, a diferencia del deseo hostil, propicia experiencias placenteras y de máxima satisfacción libidinal en el vínculo identificatorio madre-hijo. El desarrollo del deseo hostil implicaría un peligro para nuestros ordenamientos culturales que identifican a las mujeres con las madres.
También es necesario distinguir entre un desarrollo de afectos, como es el desarrollo de la hostilidad, de un desarrollo de deseos, como es el deseo hostil. Cuando nos referimos a la hostilidad, estamos acotando un afecto complejo, resultante de un estado de frustración a una necesidad: es un afecto que, según su intensidad, provoca movimientos de descarga para la tensión insatisfecha, bajo la forma de estallidos emocionales (cólera o resentimiento, por ejemplo), o bien sufriendo algunas de las vicisitudes de las transformaciones afectivas (por ejemplo, su trasmutación en altruismo), o de su búsqueda de descarga mediante representaciones en el cuerpo (por ejemplo, hacer una investidura de órgano). Lo que nos interesa destacar es que, en tanto la hostilidad, como desarrollo afectivo, busca su descarga bajo diferentes formas, el deseo hostil, por el contrario, provoca nuevas cargas libidinales, reinviste de representaciones y promueve nuevas búsquedas de objetos libidinales al aparato psíquico. Este sería un tipo de deseo cuya puesta en marcha en la construcción de la subjetividad femenina ofrecería mejores garantías para provocar resquebrajamientos en el "techo de cristal".
Haré un breve esbozo acerca del juicio crítico como herramienta disponible en la configuración de las mujeres como sujetos, que permita operar transformaciones sobre el "techo de cristal". El juicio crítico es una forma de pensamiento que surge en la temprana infancia, ligado al sentimiento de injusticia. Ulteriormente, hallamos nuevos surgimientos del juicio crítico en situaciones de crisis vitales en las mujeres, por ejemplo, en la crisis de la adolescencia o de la mediana edad. En la temprana infancia, los juicios sobre los que se construye la subjetividad femenina basados en los movimientos de apego con la madre, configuran los juicios identificatorios. Al llegar a la pubertad, la necesidad de regular las semejanzas y las diferencias con la madre pone en marcha un proceso de desasimiento a través del deseo hostil diferenciador. Este es un proceso largo y complejo donde también intervienen otro tipo de juicios, de atribución y de desatribución, a la sentencia "ser mujer es ser madre". La ruptura del juicio identificatorio y el proceso de desprendimiento de las figuras originarias da lugar a un reordenamiento enjuiciador, que sienta las bases para el juicio crítico en la adolescente.
Algunos estudios realizados sobre niñas púberes sugieren que el período de la menarca podría constituír una circunstancia vital crucial para la resignificación y puesta en marcha del deseo hostil y del juicio crítico en las mujeres en tanto sujetos.
El "techo de cristal" en la carrera laboral de las mujeres como superficie superior invisible, difícil de traspasar, constituye una realidad social decepcionante para quienes operamos en el campo de la salud mental de las mujeres. El análisis de la construcción social de la subjetividad femenina podría contribuír a que contemos con mejores herramientas desde nuestra subjetividad para oponer resistencia a semejante dispositivo social. Hemos sugerido que la ampliación de los deseos femeninos, con la puesta en marcha del deseo hostil y del juicio crítico, podría ser útil para estos fines. Esto supone una puesta en crisis de los paradigmas tradicionales sobre los cuales hasta ahora hemos construído los discursos acerca de la femeneidad. Insistimos en la necesidad de entrecruzamientos interdisciplinarios para enriquecer la perspectiva sobre la construcción de la subjetividad femenina.
La articulación entre hipótesis psicoanalíticas, tal como la de la estasis pulsional, con la hipótesis del género, tal como los fenómenos de exclusión-marginación de las mujeres de determinados espacios sociales,nos plantean algunos interrogantes. Uno de ellos, que nos ha preocupado con mayor insistencia, se refiere a los estados depresivos en mujeres de mediana edad. El entrecruzamiento teórico entre psicoanálisis y género nos ofrece algunas respuestas que amplían nuestro horizonte: hasta ahora, uno de los hallazgos fundamentales consistió en articular la hipótesis psicoanalítica de la detención pulsionial con otra hipótesis, también dentro de la teoría psicoanalítica, tal como aquella de un yo que se construye en base a sus identificaciones (la identificación de la niña con la madre). Hemos entrelazado estas hipótesis psicoanalíticas con aquellas cuyo modelo genérico implica la construcción de una sujeto mujer en nuestra cultura cuyo lugar social se define básicamente a través de roles de género en el ámbito privado. Este corte por género implicaría, a su vez, una composición subjetiva basada fundamentalmente en movimientos pulsionales que orientarían hacia el desarrollo de los deseos amorosos en detrimento de los deseos hostiles y sus derivados (por ejemplo el deseo de saber y el deseo de poder) . Las mejores preguntas se nos plantean cuando los roles de género que encuentran su máxima satisfacción pulsional al ser desplegados en el espacio privado deja de tener el sentido psíquico y social que tenían hasta entonces, cuando las mujeres llegan a la mediana edad. Parecería que los nuevos desafíos generacionales en los umbrales del año 2000 implican reconsiderar si aquellos ideales de la modernidad, tal como lo hemos descripto en este trabajo, realmente han caducado o bien se han reciclado, bajo la forma de nuevas necesidades de la configuración de familias y de nuevos ejercicios de la maternidad para las mujeres. El intenso debate actual sobre las nuevas tecnologías reproductivas sugiere volver a poner estas problemáticas en cuestión. Aquella pregunta de "¿qué es ser mujer?", y su respuesta casi obligada en el contexto de la cultura patriarcal: "ser mujer es ser madre", parecería requerir nuevos cuestionamientos, junto con el actual debate modernidad-postmodernidad acerca de la subjetividad femenina. Semejante posicionamiento en el género parece haber contribuído a obturar las problemáticas acerca de la condición femenina. En este nuevo milenio las mujeres volvemos a abrir los interrogantes, decepcionadas en parte por las respuestas logradas hasta ahora, pero con esperanzas renovadas, gracias a nuestros cuestionamientos por mantener vivos nuestros deseos.
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UNIDAD Nº 4: TEORÍA Y CRÍTICA LITERARIA FEMINISTA

Crítica literaria feminista
La crítica literaria feminista es una crítica literaria informado por la teoría feminista, o por las políticas del feminismo en un sentido más comprensible.[1] Lisa Tuttle ha definido a este género como «la pregunta de los viejos textos» y al igual cita los objetivos del feminismo:
1.- Desarrollar y descubrir una tradición femenina de la escritura.
2.-Interpretar el simbolismo de la escritura de las mujeres para que no se pierda o se ignore por los hombres el punto de vista.
3.-Rediscubrir los viejos textos.
4.-Analizar a las escritoras y sus escritos a partir de una perspectiva femenina.
5.-Resistir el sexismo en la literatura.
6.-Aumentar la conciencia sexual de la política del lenguaje y el estilo.
Referencias
Barry, Peter, 'Feminist Literary Criticism' in Beginning theory (Manchester University Press: 2002), ISBN 0719062683

sábado, 23 de mayo de 2009

ACTIVIDADES




sábado, 28 de junio de 2008

UNIDAD Nº2: ESCRITURA Y CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA

Teresa de la Parra

En la literatura escrita por mujeres latinoamericanas en las últimas décadas del siglo XX el discurso se presenta por una voz femenina –ficticia o de corte autobiográfico- que dialoga con sí misma, las temáticas se fundamentan en la historia personal, recurrente en la infancia y su adolescencia, es como hurgar sobre las bases en que se ha construido su identidad . Desde esta perspectiva el sujeto femenino es un sujeto textual cuenta su historia con voz propia, develando un discurso de la intimidad que en palabras de Mercedes Artiaga la escritura autobiográfica femenina nace precisamente de un encuentro-enfrentamiento dialógico cuyo primer interlocutor es la cultura patriarcal, y se coloca, además, en un proceso de semiosis abierto, que rechaza la reificación de lo ya dicho y busca nuevas formas de decir”

Por otro lado Adelaida Martínez plantea:La revisión del canon que efectúa la literatura femenina latinoamericana coincide con las enmiendas que hacen las literaturas femeninas de otras lenguas integrando temas antes "prohibidos," como la sexualidad de la mujer, la denuncia de la opresión patriarcal, la búsqueda de la identidad, lo que supone el proceso de escribir para una mujer en la sociedad actual. Se distingue de las otras literaturas por incorporar la problemática tercermundista del colonialismo, del silencio ocasionado por la tortura política, y de la violación ecológica.

REFERENCIAS

Arriaga Flórez, Mercedes.(2001) Mi amor, mi juez. Alteridad autobiográfica femenina. Barcelona: Anthropos.

Adelaida Martínez buscar: http://www.correodelsur.ch/Arte/literatura/literatura-y-feminismo.html

martes, 6 de mayo de 2008

UNIDAD 1 :ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES

Sor Juana Inés de la Cruz

ESCRITURA DE FUNDACIÓN

(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.
Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.
Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, cuya obra introdujo en el virreinato, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.
En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

ESCRITURA FEMINISTA Y FEMENINA LATINOAMERICANA

Dentro del escenario literario esta dos acepciones de lo femenino y feminista han tenido diversidad de significados en el caso que nos ocupa discerniremos los términos según Elaine Showalter y la crítica francesa -Simone de Beauvoir, Luce Irigaray, Helene Cixous, Julia Kristeva- las características femeninas son las que establecieron los primeros patrones para el inicio de una literatura hecha por mujeres, mientras que las características feministas están relacionadas a la época en la cual se instaba a que la literatura realizada por mujeres transgrediera cánones de la literatura patriarcal y tomar un camino diferente entre la escritura de hombres y mujeres.
Las escritoras femeninas se sitúan principalmente en el siglo XIX en el período de la sumisión o, según Showalter, época de la imitación. Se define este momento por la sumisión y el silencio de la mujer que sufre en el ambiente privado y público, represión sexual, dependencia patriarcal, la mujer como objeto para procrear una familia y tal es el caso en Latinoamérica de la escritura de Mercedes Cabello de Carbonera y Soledad Acosta de Samper.
La mujer escritora también se ubica en la etapa de la subversión y la revuelta, posee como particulares la toma de la palabra y conciencia del ser mujer, la apertura sexual, independencia patriarcal, la mujer agente y tratando de ubicarse dentro del campo laboral del hombre. Escritoras como Rosario Castellanos, Albalucía Ángel, Isabel Allende y Ángeles Mastretta son algunos ejemplos de la escritura feminista.
Las escrituras femenina y feminista en Latinoamérica han luchado por tener un puesto en la sociedad escritural donde ha sido regido por el hombre. A partir del siglo XIX las escritoras latinoamericanas se apropiaron de los espacios de las letras y expresaron su ideología acorde a la periferia en la cual estaban presente la literatura masculina. Sobre lo anterior, Marjorie Agosín señaló sobre el papel de algunas escritoras contemporáneas en Latinoamérica: “ son las mujeres que inventaron otras maneras de ser y vivir en el mundo, las modalidades diferentes creadas, se reconcilian con lo privado y lo político, la vida creativa con su condición como las mujeres, y eligió en sus textos el poder liberando de la imaginación como un estilo de vida” (Agosín: 16)

JOSEFINA CALLES

sábado, 3 de mayo de 2008

ACTIVIDADES REALIZADAS POR LOS ESTUDIANTES

PRODUCCIÓN DEL TALLER

Camacaro Julio ,Gonzalez Airam ,Peña Carlos.Peraza Guillermo. Zárraga Rosa

Esbozo del Panorama histórico de la literatura escrita por mujeres.

Hablar de Literatura femenina en América Latina, está irremediablemente ligado a las voces de mujeres como Florencia Pinar (1460), y Sor Juana Inés de la Cruz (S. XVIII). Cuando se asoman a nuestros oídos estas voces, se piensa de inmediato en luchas, batallas y sobre todo en esa poesía, que no solamente se escribe sino que se revienta con fuerza en los rostros de todos. Mujeres como estas fueron quienes tan tempranamente como a mediados del milenio, rompieron el silencio, allanando un camino que 500 años más tarde, no está totalmente transitable.Las mujeres han jugado papeles diversos dentro de la poesía. Sin embargo, no han sido precisamente ellas quienes han dejado inscritas sus voces en los documentos y antologías más antiguas. Las mujeres han sido, en éste como en casi todas las áreas del quehacer humano, discriminadas y confinadas al silencio.La definición de la poesía por tradición ha sido femenina. Esto considerando lo dulce, lo sentimental lo romántico en torno a lo cual versaron los poemas desde su origen. Siendo la poesía un término fundamentalmente femeninoEn los primeros tiempos de la poesía, las mujeres estuvieron reducidas a ser las musas de los poetas. Estos hombres, poseedores del "Don del conocimiento y la creatividad" adornaron y alegraron la vida con su poesía llena de las virtudes y los atributos de las féminas. Cuando a Sor Juana Inés de la Cruz se le confirió el titulo de la "décima musa” denotaba nada más y nada menos que la resistencia a conferirle el título de poeta tratando insistentemente de mantener a la mujer en su posición imperturbable de musa. Como afirmara el colombiano Ramiro Lagos "... el papel objeto de las musas se había contrapuesto entonces al papel sujeto estableciendo la división entre la poesía hecha de carne femenina y aquella elevada al poema por el nervio del hombre generador de arte.Como musas, las mujeres inspiraron el amor, la belleza, la suavidad y demás atributos que las privaron durante cientos de años de desarrollar todo su potencial como humanas. Durante el siglo XVIII Sor Juana Inés de la Cruz encabeza el feminismo, a través de su poesía y por medio de su prosa habiendo escrito el "Primer Manifiesto feminista del Nuevo Mundo'. Esta gran mujer, pese a ser monja con votos de obediencia y humildad, enfrenta los lineamientos de toda una época destacándose como la primera mujer en el mundo hispánico en enfrentar razonadamente por medio del ensayo una defensa de la educación en las mujeres, como un medio indispensable hacia su liberación.La voz femenina de Sor Juana Inés de la Cruz es así, altamente feminista, al enfrentar y cuestionar por medio de su obra el ordenamiento social que ha ubicado a las mujeres en posición de desventaja con respecto al hombre.Es con esta mujer y junto a otras grandes como Sor Francisca José del Castillo (Colombiana), Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cubana) y Adela Zamudio (Boliviana) que arribamos al Siglo XX, siglo que se ha dado en llamar "El siglo del despertar de las mujeres".A pesar de haberse alzado y otras voces como las veces femeninas de la poesía, no es sino hasta en las últimas décadas en que empezamos a ver mujeres tímidamente colocadas en selecciones y antologías literarias. Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral, esta última, la primera premio Nóbel de literatura para América Latina, son algunos de los nombres que han cobrado, relevancia en este siglo.Si se habla de que hubo dos vanguardias en América Latina, la de Huidobro (1920) y la de Neruda (1940), es necesario acotar que también hubo."... una vanguardia Feminista que si no se comprometió del todo con determinada estética, representó el signo más avanzado de toda la poesía femenina del mundo hispánico. Si vanguardia en definición más elemental significa avanzar con nuevo manifestó dándole la espalda a los tradicionalismos literarios en busca de la libertad del arte o la libertad de acción, consígnese como hecho muy significativo la promulgación del Primer Manifestó insurgente escrito por una mujer de letras contemporáneas de Venezuela'.La insurgencia política del siglo XX en América Latina y particularmente los movimientos revolucionarios que se desarrollaron a través del continente, abrieron las posibilidades para que las mujeres se ubicaran en los escenarios alcanzando ciertos niveles de visibilidad. En Centroamérica, son voces como las de Claribel Alegría, Gioconda Belli, Rosalía Alarcón de Fames o Eunice Odio por mencionar algunas, quienes han representado esta insurgencia de las mujeres que luchan desde su poesía, Claudia Lars, salvadoreña, surge como una de las primeras mujeres en Centroamérica antologada internacionalmente, Esta mujer, que se define como vocera del dolor del mundo entero, con hambre y sed de justicia toma la bandera de las mujeres al decir... Mujer, solo mujer. Ni pajarilla del necesario albergue, ni alimento para deseosos animales. Ni bosques de campánulas donde el cielo se olvida, ni una hechicera con sus pequeños monstruos.'Dentro de este proceso de surgimiento, no todas las mujeres han asumido una posición de rebeldía. Hay quienes desde posiciones más conservadoras se han adherido a la estética pura sin compromisos ni ataduras.La poesía erótica, por su parte, representa una parte de esta insurgencia necesaria que ha permitido a las mujeres ir conquistando espacios tradicionalmente relegados a los hombres. Por medio del erotismo, las mujeres pueden liberarse de alguna loma hacia el descubrimiento de su propio cuerpo y su más íntima sensibilidad.Las mujeres han ido abriendo puertas y silencios para ubicarse paulatinamente en el escenario de la literatura de América Latina. Sin embargo, basta revisar las antologías que compilan alas diferentes corrientes o a los diferentes autores latinoamericanos para notar la omisión de nombres femeninos en la mayor parte de ellas. Esto tiene una justificación histórica que van más allá, en muchos casos, de la voluntad del antologador, pero que sin embargo las consecuencias a nivel ideológico son transcendentales.Las voces femeninas dentro de la literatura de América Latina son tan importantes como las de los hombres, no solo por el silencio al que han estado sometidas, sino también porque las mujeres quieren hablar y brillar con luz propia expandiendo su visión de mundo y gritando sobre sus necesidades específicas.

El Canon Literario

El canon está compuesto por tres dimensiones:
a. Catálogo de obras y/o autores. El canon como catálogo de obras y/o autores determinado por la institución literaria para ser leídos como auténticamente literarios, lo cual los convierte en un objeto privilegiado de lectura y estudio.
b. Modelo o tipo ideal. Las selecciones de obras y/o autores catalogados como canónicos "ilustran" determinadas categorías literarias y/o extra–literarias, y constituyen modelos de imitación/socialización que cumplen una determinada función social.
c. Precepto o decisión. El canon como precepto implica el establecimiento de criterios sobre los cuales se basa la inclusión/exclusión en el canon literario; estos criterios se basan en presupuestos epistemológicos.El canon es definido como las obras y sus lecturas "apropiadas" que han sido consideradas por la crítica literaria como las mejores exponentes de la literatura.En el caso de Hispanoamérica el canon se construyó sobre la base de un lenguaje “estándar” y de un conjunto de criterios estéticos implícitos en los conceptos de poesía y literatura del colonizador.”

Diferencia entre Canon masculino y Agón femenino

Mientras que el canon masculino corresponde a la forma como los hombres escriben sus obras, el estilo y los temas utilizados; de igual forma, el agón femenino es la expresión literaria propia de la mujer y corresponde a la forma de plasmar sus sentimientos e ideas en sus obras.Robinson parte de la premisa de que el canon literario es básicamente masculino y falocéntrico, donde la mujer escritora ha sido sistemáticamente excluida u olvidada, y en cuyo imaginario se puede detectar su ‘pasividad’ y victimización. En contraposición con esta idea surgió el agón femenino con el fin de reconocer la labor de las mujeres en la literatura.Ahora bien, la diferencia que existe entre uno y otro radica principalmente en los temas, en la forma de ver el mundo, en las realidades que el hombre o la mujer plasma en sus escrituras. Por un lado, el hombre advierte realidades objetivas, sociales, luchas de clases y valores externos de la sociedad, mientras que la mujer tiende a ver el mundo introspectivo, los valores propios de cada individuo, esa realidad interna, inherente al ser humano, sin dejar de considerar el contexto socio-histórico, ni tampoco las realidades objetivas. Surge así en el agón femenino una dicotomía al combinar, por ejemplo, un problema social o político propio de una época determinada con una historia de amor en la que se vierten sentimientos desenfrenados, es una interrelación de discursos entre el “yo” y el mundo exterior.No obstante, cabe mencionar que la escritura realista femenina comenzó por imitación en un inetnto de igualar el lenguaje literario que estab vigente, como es el caso de Julia Lopes de Almeida, cuyo estilo era muy similar al masculino, al de Coelho neto.Por otra parte, tal como lo señala Julia Kristeva, la revolución del “lenguaje poético femenino” se produjo tanto por la abolición de la literatura regionalista, como por la incorporación de un lenguaje más estético apoyado en la ambigüedad lingüística del signo entre lo consciente y lo inconsciente. Este lenguaje poético se evidencia en las obras de Sor Juana Inés de la Cruz.Bajo esta perspectiva se dirá entonces que el canon masculino es la escritura “fuerte” en la que se exponen realidades sociales, políticas o económicas, es cuando se plantean realidades objetivas, el mundo externo tal y como lo vemos, mientras el agón femenino aunque está más vinculado con lo subjetivo, también considera el entorno y lo objetivo. Por lo cual se dirá que los textos escritos por mujeres, son sueltos, libres y surgen como resultado de una escritura automática que simplemente fluye, en oposición a la escritura correspondiente al canon masculino, que viene a ser una construcción bien delineada y orientada en espacio y tiempo, con una estructura exacta y bien definida. Así la escritura femenina, en la actualidad, no busca competir con ese drama, con ese estilo propio del canon masculino, si no que busca la proyección del agón femenino mediante la expresión de la realidad externa (problemas políticos, contexto social) y el mundo interno del ser humano

Definición de la literatura escrita por mujeres

Detrás de toda literatura hay una compleja red de condicionamientos que subyacen en la construcción de nuestros universos simbólicos: un esfuerzo por repensar, reconstruir, revalorizar un lenguaje que nos nombre de una forma más libre, tanto a hombres como mujeres.Al momento de preguntarse si la literatura tiene sexo, la investigadora Eva Löfquist enuncia que “existen ciertos puntos de partida que nos ayudan a pensar en una jerarquía en la cual la mujer está por debajo del hombre masculino. Ya que, la niña desde muy chica está obligada a manejar el lenguaje del padre, entendiendo al padre desde una dimensión simbólica, que nombra todo lo existe en la esfera pública: las leyes, el orden, el comportamiento, los roles, las funciones de cada sexo en la sociedad. Así es, como la niña se ve obligada a socializarse en la horda del lenguaje masculino, el lenguaje del padre, porque no existe otra alternativa. Como seres humanos, todos tenemos que asumir ese lenguaje, que a su vez expresa el lenguaje de la diferencia, en donde existe una separación significativamente peyorativa entre lo masculino y lo femenino”. La historia literaria, como género historiográfico, se construye a partir de narrativas, cuyas líneas de fuerza focalizan taxonomías como períodos, corrientes, generaciones literarias y autores consagrados por el canon literario. Este canon es construido sobre la base del sistema binario de oposición y jerarquías para el establecimiento de qué es considerada literatura de valor. Entonces, las obras que entran en la historia de la literatura caen bajo la lente de una política de la diferencia, similar al lenguaje de la diferencia, donde autores masculinos son valorados por su producción literaria, en cuanto ésta expresa una experiencia más universal.Mientras que la literatura femenina es catalogada como una producción que sólo expresa una experiencia individual, propia del mundo femenino. Es así como vuelven a reproducirse los modelos de razón-masculinidad / naturaleza-femeneidad. Además, para su inclusión en la historia, la literatura escrita por mujeres sufre ciertas operaciones retóricas que la confinan a marginalidad.A saber, la operación más común es: las autoras femeninas son tratadas en capítulos aparte y aislados, otorgando a la literatura escrita por hombres la construcción exclusiva de corrientes literarias o transformaciones estilísticas en la labor creadora. Esto refuerza cierta percepción en los lectores: las innovaciones, las transformaciones en el mundo del arte y la creación, son de autoría exclusiva de un puñado de hombres. El gran desafío que hoy asume la literatura escrita por mujeres es la trasgresión, la inversión de los estereotipos naturalizados de hombre - mujer.

Definición de la feminidad

La “feminidad” no es una palabra que las mujeres defiendan hoy en día con coraje. Algunas mujeres suelen razonar que la feminidad es precisamente aquello que las hace sumisas a los hombres. Este modo de razonar implica un pensamiento profundo en cuanto que oculto, y ese pensamiento es la aceptación de que la masculinidad es superior a la feminidad, que la feminidad no es un valor bello y poderoso en sí mismo, en su propio ser. Las viejas feministas solían enfrentarse a la policía con palabras tan absurdas como estas: “usted y yo vamos a hablar de hombre a hombre”.La nueva feminidad resalta ante todo que las mujeres tienen una serie de cualidades de las que los hombres carecen, o al menos las enfatiza más, como sucede por otra parte con las cualidades específicamente masculinas en el caso de ellos.. Una mujer que se quiere semejante a un hombre pudiera ser que nunca sea un hombre, y pudiera también llegar a ser una semi-mujer.La feminidad es la distinción cultural históricamente determinada, que caracteriza a la mujer a partir de su condición genérica y la define de manera contrastada, excluyente y antagónica frente a la masculinidad del hombre. Las características de la feminidad son patriarcalmente asignadas como atributos naturales, eternos y ahistóricos, inherentes al género ya cada mujer. Contrasta la afirmación de lo natural con que cada minuto de sus vidas, las mujeres deben realizar actividades, tener comportamientos, actitudes, sentimientos, creencias, formas de pensamiento, mentalidades, lenguajes y relaciones específicas en cuyo cumplimiento deben demostrar que en verdad son mujeres.Las mujeres dejen de vivir hitos de su feminidad y encuentren formas nuevas de vida. Sin embargo, como todas ellas son evaluadas con estereotipos rígidos -independientemente de sus modos de vida- y son definidas como equívocas, malas mujeres, enfermas, incapaces, raras, fallidas, locas.Las mujeres quieren cambiar el mundo y hoy dirigen la mirada hacia ellas mismas. Desde esta perspectiva, sus experiencias son analizadas para evaluar su impacto sobre la desarticulación de la opresión femenina, y para dilucidar la correlación existente entre tendencias a la conservación de la feminidad dominante, formas nuevas de feminidad opresivas, y formas antipatriarcales y libertarias de ser mujer. La filosofía feminista caracteriza la situación actual como un cambio radical de la sociedad y la cultura, marcado por el tránsito de las mujeres de seres-para-otros, en protagonistas de sus vidas y de la historia misma, en sujetos históricos.En un principio la rebelión feminista construyó, entre otros, el mito de cambiar el mundo, para erradicar la opresión de las mujeres; porque en él se encontraba lo patriarcal y lo opresivo, y se concebía que el mundo era algo distinto y separado de las mujeres. La opresión patriarcal era impuesta y separable de la condición de la mujer que aparecía como una nueva naturaleza femenina sólo que positiva, histórica y no natural.

¿Hacia dónde apunta la utopía feminista latinoamericana?

El feminismo en Latinoamérica ha ido tomando terreno con el pasar de los años; hoy por hoy, sentimos ese trascendente estilo de expresare que tiene la mujer, la cual impregna sus escritos de sentimientos y hoy está rompiendo paradigmas por los cuales debieron regirse durante largo tiempo a la hora de escribir. Los movimientos feministas han sido posiblemente el fenómeno subversivo más significativo del siglo XX, por su profundo cuestionamiento a los pensamientos únicos y hegemónicos sobre las relaciones humanas y los contextos sociopolíticos, económicos, culturales y sexuales en las que se desarrollaban. Los feminismos latinoamericanos han sido parte activa y fundamental de este proceso en la región., se desarrollaron, significativamente y con diferentes ritmos, desde fines de la década de los 70 generalizándose, durante los 80, en todos los países de la región.Su surgimiento se dio paralelo la expansión de un amplio y heterogéneo movimiento popular de mujeres, expresando las diferentes formas en que las mujeres comenzaban a entender, conectar y actuar sobre su situación de subordinación y exclusión. Dentro de esa heterogeneidad, en los inicios del despliegue movimientista podemos distinguir algunas vertientes básicas que expresaban la forma específica y diferente en que las mujeres construyeron identidades, intereses y propuestas. La vertiente feminista propiamente dicha, que inició un acelerado proceso de cuestionamiento de su ubicación en los arreglos sexuales y sociales, extendiéndola a una lucha por cambiar las condiciones de exclusión y subordinación de las mujeres en lo público y en lo privado.La vertiente de mujeres urbano populares, que iniciaron su actuación en el espacio público, a través de la politización de sus roles tradicionales, confrontándolos y ampliando sus contenidos hacia el cuestionamiento en lo privado. Y la vertiente de mujeres adscritas a los espacios más formales y tradicionales de participación política, como los partidos, sindicatos, las que a su vez comenzaron un amplio proceso de cuestionamiento y organización autónoma al interior de estos espacios de legitimidad masculina por excelencia. Estas vertientes se multiplicarán en muchos otros espacios en la década de los 90.Desde los inicios, los feminismos avanzaron en propuestas que ligaban la lucha de las mujeres con la lucha por la “recalificación” y/o la recuperación democrática. Más específicamente, en las luchas contra las dictaduras, los feminismos comenzaron a ligar la falta de democracia en lo público con su condición en lo privado. No es gratuito que el slogan de las feministas chilenas en su lucha contra la dictadura: “democracia en el país y en la casa” fuera entusiastamente asumido por todo el feminismo latinoamericano, porque articulaba las diferentes dimensiones de transformación que se buscaban y expresaba el carácter político de lo personal, aporte fundamental de las luchas feministas de la segunda oleada.En los últimos años, el feminismo se ha tornado muy serio en cuanto a propuestas, las mujeres se han estado expresando de una manera en la que, años atrás, no hubiésemos imaginado, puesto que existían numerosas trabas que hacían de la mujer, una figura descalificada y no tomada en cuenta para los aspectos importantes, tanto políticos, como sociales.Igualmente en la literatura feminista en otras lenguas, las escritoras latinoamericanas han legitimado los espacios marginados, sobre todo el ámbito domestico, revalorándolo como símbolo del ser, del poder y del escribir femeninos. Rosario Castellanos, ya en 1969, definía su identidad en términos reminiscentes de las moradas de Santa Teresa: "Yo soy un ancho patio, una gran casa abierta; yo soy una memoria" (Materia memorable, 28-30). Adelaida Martínez plantea a su vez que “La mujer ha empezado a superar el estallido inicial de la protesta feminista que, como el de toda revolución, fue necesariamente estridente; pero ahora que ya hemos cambiado el mundo -aunque sea mínimamente-, que ya hemos obligado a los ojos y los oídos de la sociedad contemporánea a fijarse en lo que dicen y hacen las mujeres, el terreno es fértil para formular programas y presentar demandas serenamente. Queda mucho camino por recorrer pero las nuevas generaciones no podrán deshacer lo andado por la nuestra”. Ese es el contexto en el que escriben las escritoras latinoamericanas, inventándose a si mismas e inventando también a los hombres para descubrir dominios antes no explorados del ser y la existencia, construyendo nuevos signos para expresar su original percepción del universo, liberando al discurso de viejos tabúes patriarcales, inscribiendo su ideología de emancipación para cambiar voluntariamente la historia. Y todo ello en una escritura fabricada desde los ritmos más íntimos de sus cuerpos de mujer.En Latinoamérica, los sueños utópicos de las mujeres hoy les están dando sus frutos, están siendo aceptadas sus peticiones y resquebrajan los parámetros establecidos por el canon, pero la resistencia de los movimientos feministas ha sido constante y ha despertado el interés de los lectores en el mundo entero, de igual forma, los latinoamericanos han sido partícipes de la elevación dentro de la sociedad culta que han tenido las mujeres, lo cual indica que esta lucha feminista, que se ha mantenido durante décadas, promoverá por largo tiempo sus ideas, con las que podrá convencer al mundo de sus capacidades y su nivel político, cultural y social. Los sueños, las utopías feministas latinoamericanas se dirigen velozmente a la integración de la mujer dentro de todos los ámbitos dominados comúnmente por los hombres.
Referencias
-Lobo, L. El nuevo milenio y la reconstrucción del canon en la literaturaLatinoamericanademujeres.[Documentoenlínea] Disponible:http://www,henciclopedia.org.uy/autores/Luizalobo/Literaturafemenina.htm.[consulta:2008,mayo]-G.,FRANCESCA. Historia de la Ideas Feministas, Fundaciòn editorial “El peero y la rana. 2006.Caracas-Venezuaela-[Documentoenlínea]Disponible:http://www.redparaellas.com/ocio-y-cultura/paracomprender-la-literatura-escrita-por-mujeres.-[Documentoenlínea]Disponible:http://www.sololiteratura.com/fer/ferfeminismoylit-Vargas, Virginia. Los feminismos latinoamericanos en su tránsito al nuevo milenio (Una lectura político personal)[Documentoenlíne Disponible:http://http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cultura/vargas.doc